Un hombre está subido al pretil de un puente. Con sus brazos rendidos parece dispuesto a saltar. Alguien se le acerca.
– ¿Sabe lo que va a hacer?
– Sí.
– Se quitará la vida.
– La vida ya la perdí. Sólo me queda el dolor.
– Pero seguramente provocará sufrimiento en otros.
– ¡Que se joda Hacienda¡ Ya me ha despellejado bastante.
– Me refiero a personas.
– El lunes el banco me echó de mi casa; ellos dicen que es su casa. Pero suyo sólo era el dinero que me prestaron. ¡Qué se creen¡
– Hay mucha gente que se solidariza con situaciones así.
– Ya. Tenía mi casa llena de camisetas de esas.
– Esas personas se preocupan sinceramente. ¿Tiene otros problemas?
– Hepatitis C. Los ahorros de mi madre se los pulió uno en un safari salvaje. ¿Sabe, hay algo que se llama caza fotográfica? Y para colmo, a mi cuñado, que es sindicalista, le sacaron un ojo los antidisturbios.
– Y me dirá también que su mujer le abandonó por otro.
– No.
– Bueno, ve, al menos en eso…
– Se fue con otra.
– ¡Caramba, ya somos dos¡ Y como ve no pienso en arrojarme al vacío.
– Será fortaleza, creo que lo llamaban así.
– Pues entonces, si le parece, veamos lo fuerte que soy. Coja mi mano…
Las sirenas del camión de bomberos y de la guardia urbana los sobresaltaron, despanzurrándose en la orilla, entre dos enormes peñas afiladas.