Cayó rendido en su butaca de orejas, encajando sus posaderas lo mejor que pudo. Se durmió.
La fatiga lo atrapó cabalgando búfalos y buceando con las estrellas que dibujan el lomo del tiburón ballena. Hasta besó los ojos de una muchacha andina. “Al besar mi mirada”, le había dicho, “tu rostro permanecerá para siempre en mi memoria”.
La vibración de su Iphone sacudió su culo. En facebook, Delfina, una peruana de “la perla de Vilcanota”, aceptaba su solicitud de amistad. Además, ALSA le convocaba en sus talleres donde el bus con destino a Ginebra ya estaba listo.
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